(12-60) Sobrepeso y obesidad en la niñez y adolescencia, se puede prevenir con lactancia materna en la infancia

Simple, convincente e importante. Si un niño fue lactado con leche materna por 6 meses o más durante su infancia, tiene 36% menos probabilidad de tener sobrepeso y 49% menos probabilidad de sufrir obesidad cuando llega a la pre-adolescencia y adolescencia (9 a 16 años de edad), si se compara con niños de la misma edad que no recibieron leche materna. Este efecto de la lactancia materna ocurre independientemente de los hábitos alimentarios y estilos de vida que influyen en el peso corporal y la adiposidad. A esta conclusión llegaron investigadores del Department of Nutrition and Dietetics, School of Medicine, Flinders University, Adelaide, South Australia, después de analizar los datos del Australian National Children’s Nutrition and Physical Activity Survey, una encuesta nacional de salud conducida en Australia el 2007 en base a visitas domiciliarias (CAPI), complementada 7-21 días después, con entrevistas por teléfono (CATI) (ref). Continue reading “(12-60) Sobrepeso y obesidad en la niñez y adolescencia, se puede prevenir con lactancia materna en la infancia”

(11-47) La administración de hierro suplementario no incrementa el riesgo de infección en niños con malnutrición

En un ensayo clínico de no-inferioridad, doble ciego, controlado con placebo, cuyo propósito fue evaluar si la administración de un suplemento de hierro a niños con anemia y malnutrición incrementa la morbilidad infecciosa, Lemaire M et al del Department of Pediatrics, Hospital for Sick Children, University of Toronto, Toronto, Canada, asignaron aleatoriamente 268 niños Bengalíes de 12 a 24 meses de edad, con malnutrición moderada a severa (Z score ≤ -2 en peso-para-edad) y anemia (concentración de hemoglobina de 70 a 110 g/L) a dos grupos de tratamiento. En el primer grupo (MNP), los niños (n = 136) recibieron una dosis diaria de una mezcla de micronutrientes conteniendo hierro (hierro microencapsulado 12.5 mg, vitamina A 400 µg equivalentes de retinol, gluconato de zinc 5 mg, vitamina C 30 mg, ácido fólico 0.15 mg y maltodextrina como vehículo) por dos meses. En el grupo control (PP), los niños (n = 132) recibieron placebo (constituido únicamente por maltodextrina). Para comparar la morbilidad infecciosa entre ambos grupos, se midió la frecuencia de episodios de diarrea, disentería e infección respiratoria del tracto inferior mediante visitas domiciliarias cada 2 días durante la intervención (2 meses) y luego semanalmente por 4 meses adicionales. Se midió la concentración de hemoglobina y se tomaron medidas antropométricas a los 2 y 6 meses. Se registraron y documentaron los fallecimientos y hospitalizaciones. Para controlar el efecto de las variaciones estacionales, el estudio se repitió en verano e invierno con dos grupos distintos. La concentración media de hemoglobina en la línea de base fue similar en los dos grupos (96.3±9.7 g/L en el grupo MNP y 95.0±10.2 g/L en el grupo PP) y fue significativamente mayor en el grupo MNP (115.3 g/L; 95% CI: 113.8, 116.7) que en el grupo PP (105.1 g/L; 95% CI: 103.1, 107.0) a los 2 meses y a los 6 meses (110.0 g/L; 95% CI: 108.0, 112.0 en el grupo MNP y 106.5 g/L; 95% CI: 104.1, 109.9 en el grupo PP). La incidencia de infecciones fue más baja que la esperada en ambos grupos con una tendencia a una morbilidad infecciosa menor en el grupo MNP (RR: 081; 95% CI: 0.62, 1.04), tendencia que no cambió al incluir en el modelo de análisis el valor de la hemoglobina (< 90 o > 90 g/L) o el número de niños por familia. No hubo episodios de fiebre prolongada ni muertes y hubo sólo dos hospitalizaciones de corto tiempo en cada grupo. Los autores concluyen que el hierro, en la forma usada en este estudio, como hierro microencapsulado en polvo, es eficaz y seguro en niños de 12 a 24 meses con malnutrición moderada a severa y anemia (ref).

  • Se recomienda y es todavía una práctica prevalerte, no administrar hierro en el curso de una enfermedad infecciosa o en sujetos en riesgo de adquirirla. Esta práctica se sustenta en publicaciones de la década de los 70 que reportaban una mayor susceptibilidad a infecciones en sujetos que recibían suplemento de hierro (ref) o una evolución desfavorable cuando se administraba hierro en el curso de algunas infecciones (ref).
  • Una revisión sistemática y meta-análisis publicado el 2002 pone en tela de juicio esta recomendación indicando que la administración de hierro no tiene un efecto perjudicial en la incidencia de enfermedades infecciosas en niños, aunque incrementa ligeramente el riesgo de desarrollar diarrea (ref).
  • Este meta-análisis, sin embargo, no incluyó estudios en niños malnutridos por lo que subsistía aun la duda acerca de la seguridad de administrar hierro a niños malnutridos con anemia; el estudio que reseñamos arriba muestra claramente que tal temor es infundado y que se puede y debe administrar hierro si el niño está anémico, aun en el curso de alguna enfermedad infecciosa.

(11-34) Una fórmula láctea con alto contenido de proteínas afecta el desarrollo postnatal de la flora intestinal, aumenta la permeabilidad intestinal y altera la función inmune según un estudio experimental

Utilizando lechones de una camada de animales de laboratorio, un grupo de  investigadores franceses llevaron a cabo un estudio experimental para averiguar si la alimentación con fórmulas lácteas que tienen un contenido proteico más alto que la leche de la madre podrían modificar el desarrollo de la microbiota intestinal, la barrera intestinal y las funciones inmunes con consecuencias a largo plazo. Los lechones recién nacidos recibieron calostro materno los dos primeros días y luego fueron separados de sus madres y  alimentados desde el día 3 hasta el día 28 con una fórmula de contenido proteico equivalente al de la leche de cerda (Grupo NP) o con una fórmula que contenía aproximadamente 40% más de proteínas que la otra fórmula (Grupo HP). De los 29 días en adelante todos los animales fueron destetados y alimentados con una misma dieta sólida estándar hasta 160 días de edad. Se midió diariamente la ingesta oral y se pesó a los animales periódicamente hasta el final del estudio. En el periodo neonatal, se midió la concentración en el contenido ileal de bacterias aeróbicas y anaeróbicas, se evaluó la función de la barrera epitelial midiendo la translocación bacteriana y la permeabilidad a sondas pequeñas (FD4) y macromoléculas (HRP-B), se evaluó el desarrollo del tejido linfoide asociado al intestino (GALT) y se midió la concentración de haptoglobina e IgG séricos a los 2, 7 y 28 días. En el periodo pos neonatal, a los 160 días, se midió nuevamente la función de la barrera intestinal y la sensibilidad del íleon a productos bacterianos como LPS. La
ingesta calórica diaria promedio fue similar en ambos grupos, sin embargo, la ganancia de peso diaria fue significativamente mayor en el grupo HP desde el día 16 hasta el día 28. Esta diferencia desapareció en el periodo pos-destete. En el día 7, durante el periodo de alimentación con fórmula, el grupo HP mostró una implantación más acelerada de la microbiota en el íleon, con concentraciones más altas de bacterias y alteración de la función de la barrera epitelial con una mayor permeabilidad a sondas pequeñas y grandes aunque no hubo diferencia entre ambos grupos en la translocación bacteriana. Los día 7 y 28 estaba incrementada la infiltración de células T y reducidos los niveles de IL-1β y NF-κB en los lechones del grupo HP. El nivel plasmático de haptoglobina también tendió a estar reducido en el día 7. Más adelante, en el día 160, la secreción de citoquinas pro-inflamatorias en respuesta a dosis altas de LPS estaba reducida en el grupo HP en comparación con el grupo NP. En conclusión,
el principal hallazgo de este estudio fue que la alimentación de lechones con una formula láctea con alto contenido de proteínas en el periodo neonatal reduce la respuesta inflamatoria ileal a productos bacterianos como LPS en la vida adulta de estos animales. Esta respuesta alterada fue una continuación de los cambios observados en el periodo neonatal en cuanto al perfil del desarrollo de la microbiota intestinal y la función de la barrera y del sistema inmune. Los autores especulan que esta menor respuesta inflamatoria podría tener consecuencia negativas cuando en condiciones reales el intestino necesita montar una respuesta más vigorosa en presencia de bacterias patógenas. (ref)

(11-33) Comenzar la vida de adulto con obesidad implica un incremento en la morbilidad, incluyendo morbilidad fatal, a lo largo de la vida en hombres

Un grupo de investigadores del Instituto de Medicina Preventiva del Copenhagen University Hospital, Dinamarca estudió la asociación que podría haber entre ser obeso siendo adulto joven y el estado de salud el resto de la vida adulta. Para esto, examinaron los registros de 362,200 adultos jóvenes varones que ingresaron al servicio militar entre 1943 y 1977 en Dinamarca. De este grupo, identificaron a todos aquellos obesos (Indice de Masa Corporal ≥ 31.0 kg/m2) al momento de su ingreso al servicio militar y seleccionaron un grupo control tomado aleatoriamente hasta el 1% del resto de los jóvenes. Identificaron 1,862 obesos en el rango de edad de 18 a 25 años y seleccionaron 3,476 controles (la mayoría de ellos con un IMC dentro de rango normal). La información sobre el estado de salud de estos grupos se obtuvo del sistema nacional de registros. Para estimar la morbilidad relativa se empleó el modelo de regresión Cox (este método evalúa el efecto de varias variables sobre el tiempo que trascurre hasta que ocurra un evento dado), tomando en cuenta la incidencia del primer evento de la enfermedad, la ocurrencia de la enfermedad en el año precedente al fallecimiento y la prevalencia de la enfermedad cuando ocurre el fallecimiento, comparando el grupo de obesos con el grupo control. Encontraron que entre los 18 y 80 años de edad el obeso tiene un riesgo mayor de adquirir o morir por alguna enfermedad, de una gama amplia de enfermedades. Por ejemplo, la incidencia del primer evento conocido de diabetes tipo 2 fue de 450 en el grupo de obesos y 242 en el
grupo control (Riesgo relativo 4.9, 95% CI: 4.1-5.9), la ocurrencia de diabetes tipo 2 en el año previo al fallecimiento fue de 67 en el grupo control y 86 en los obesos (RR 5.2, 95% CI: 3.6-7.5) y la prevalencia de diabetes tipo 2 cuando ocurrió el fallecimiento fue de 51 en el grupo control y 86 en el grupo de obesos (RR 6.8, 95%CI: 4.6-10.1). En conclusión, este estudio muestra que la obesidad en el adulto joven incrementa el riesgo de adquirir enfermedades crónicas así como de morir por alguna de estas enfermedades a una edad más temprana que el resto de la población indicando la necesidad de evitar comenzar la vida adulta con obesidad. (ref)

(11-21) Lactancia materna exclusiva más prolongada, mejor índice de masa corporal y dieta más saludable en adultos jóvenes

Sujetos pertenecientes a una cohorte original de 2,604 niños nacidos entre 1977 y 1986 en Terneuzen, Holanda (The Terneuzen Birth Cohort Study) fueron contactados cuando tenían entre 18 y 28 años de edad e invitados a responder un cuestionario que incluía datos sociodemográficos y aspectos de su dieta actual (patrón de dieta, consumo de frutas, vegetales, snacks, bebidas edulcoradas y alcohol). Ochocientos veintidós respondieron el cuestionario y 737 estuvieron disponibles para mediciones antropométricas de peso, talla y circunferencia de cintura (CCi) y cadera (CCa). El propósito del estudio fue evaluar la relación entre sus medidas antropométricas, sus hábitos dietéticos actuales y la duración de la lactancia materna exclusiva (LME) que
recibieron cuando fueron lactantes. La relación entre la duración de la LME y las variables dietéticas o las mediciones antropométricas fue analizada mediante regresión logística y regresión lineal, respectivamente, ajustando a edad, género y otras variables de confusión. Asimismo, se hizo análisis de regresión para investigar si la dieta actual tenía efecto sobre la relación entre la duración de la LME y la grasa corporal. Se encontró una relación inversa significativa entre la duración de la LME y el Indice de Masa Corporal (IMC), la CCi y la CCa. La duración de la LME estuvo relacionada positivamente a hábitos dietéticos saludables como tomar desayuno al menos 5 veces a la semana (OR 1.16, 95% CI 1.06-1.27) y no consumir snacks más de una vez por
semana (OR 1.15, 95% CI 1.06-1.25). Se encontró también que estos hábitos dietéticos saludables no explican por sí solos el efecto protector de la lactancia materna
contra la acumulación de grasa corporal. Los autores resaltan la importancia de la LME por 6 meses o más, como lo recomienda la OMS. (ref)

(11-15) IMC superior a síntomas para predecir respuesta a inhibidores BP en pacientes con síntomas gastrointestinales altos y endoscopia normal

En este ensayo clínico, 105 pacientes (49 varones, edad media 44 años) con síntomas digestivos altos, endoscopía normal y negativos para Helicobacter pylori fueron asignados aleatoriamente a recibir lansoprazol 30 mg/día o placebo por 2 semanas y reevaluación de la severidad de los síntomas durante la segunda semana. El propósito del estudio fue evaluar el valor terapéutico de un inhibidor de bomba de protones (PPI) e identificar predictores de respuesta positiva. Se hizo pHmetría de 24 horas y manometría esofágica, antes de la randomización y 2 semanas después. Se utilizó el Puntaje de Glasgow para Severidad de Dispepsia (GDSS), definiendo como respuesta óptima una reducción de al menos 50% en este puntaje. La respuesta fue 35.7% en el grupo que recibió PPI y 5.7% en el grupo placebo (P < 0.001). En un análisis multivariado, el único predictor independiente no invasivo de respuesta óptima a PPI fue el Indice de Masa Corporal (IMC) del paciente (P = 0.003). La pHmetría y manometría esofágicas  tuvieron un valor predictivo de respuesta al tratamiento similar al IMC. Tanto el síntoma predominante como subgrupos de síntomas no fueron útiles en predecir la respuesta al PPI. En conclusión, estos pacientes tienen probablemente reflujo ácido y por eso responden al tratamiento con PPI. Los autores especulan que el fuerte valor predictivo del IMC se deba probablemente a su asociación con el reflujo ácido de fondo y a que es un indicador clínico más objetivo y reproducible que la característica de los síntomas por lo que recomiendan que debe medirse el IMC en todo paciente con síntomas gastrointestinales altos. (ref)

(11-3) Obesidad en niños con enfermedad celiaca

En un estudio retrospectivo de 143 niños con enfermedad celiaca diagnosticados entre 1986 y 2003 en el Hospital de Niños de Wisconsin, Milwaukee, USA, se encontraron 7 (5%) cuyo Indice de Masa Corporal (IMC) fue > 95th percentil al momento del diagnóstico (ref). Los síntomas de presentación de la enfermedad celiaca en este grupo de niños fueron dolor abdominal, diabetes y diarrea. Con dieta libre de gluten los síntomas mejoraron en todos los niños, el IMC disminuyó en 4 de ellos (50%) y aumentó en 2 (25%). Uno de los pacientes no regresó para evaluación. Los autores concluyen que la obesidad en niños con enfermedad celiaca es más común de lo que se cree y recomiendan que esta enfermedad debe buscarse aún en niños obesos, si el cuadro clínico lo sugiere.